lunes, 27 de abril de 2009

El Silencio de los Corderos (2) - con un giro al optimismo.


Esta entrada ha sido preparada por HPLovecraft -amante de literatura siniestra y cine "gore":

No deja de ser interesante que uno de los premios que recibió la novela El Silencio de los Corderos , fuera el de finalista en el World Fantasy Award de 1989. El motivo de mencionar esto es que recuerdo que Borges dijo una vez que el psicoanálisis le parecía parte de la literatura metafísica - aquí fue especialmente generoso, y algunos dirían, parafraseándolo, que forma parte de la literatura fantástica (es notable que Freud recibiera el premio Goethe

a las letras en Alemán y no el Nobel de Medicina y Fisiología).
También dijo Borges que "el psicoanálisis era la cara obscena de la Ciencia Ficción". Sea Ciencia Ficción o Fantasia, el Silencio de los Corderos tal y como lo retrata la anterior entrada, nos invita a pensar acerca de las tensiones y conflictos de la psiquiatría como disciplina médica, que eso es lo que es.

Uno de los problemas que plantea el título de la entrada - El Silencio de los Corderos - es la inevitable impresión de corderos que llegan o son conducidos al matadero (que era lo que horrorizaba a Clarice Starling), pero ¿A cual? ¿Al de las ideas inútiles? ¿O al de la destrucción de cualquier iniciativa por parte del Residente en Formación? Lo trágico de lo anterior - siempre es importante retener el sentimiento trágico de la vida, y sobre todo si se es español - es que en lo que se menciona hay algo de cierto, de reclamación que no queda satisfecha a pesar de que todos sabemos que podría serlo.

Creo que ideas interesantes e innovadoras se nos ocurren todos los días. El discurso de la necesidad de un nuevo paradigma para entender la naturaleza humana (o el Universo) lo llevo oyendo hace muchos años (en Física se hablaba del cambio de paradigma desde la Mecánica Cuántica a la Teoría de las Super-Cuerdas) y pienso que llega a cansar.

Las ideas nuevas la generan, precisamente, las generaciones nuevas, que no respetan a las generaciones anteriores y que son iconoclastas. Tal vez lo que necesitemos, sea precisamente eso, que las nuevas generaciones de investigadores y psiquiatras se olviden de Kraepelin, Freud, etc., y comiencen a generar nuevas ideas.

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